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El Sexteto Mayor, una de las orquestas más emblemáticas del tango, que desde su originalidad y persistencia sobrevivió a los avatares del tiempo, festeja sus cuatro décadas con una serie de conciertos en Torquato Tasso, en donde promete tocar como "si fuera la primera vez".

ImprimirAccesibleAccesible Tweet "No nos quedamos en esa frase que dice `hazte la fama y échate a dormir`, pasaron 40 años pero cada recital lo hacemos como si fuera la primera vez y eso la gente lo siente", señaló en diálogo con Télam el legendario violinista Eduardo Walzack, de 83 años, uno de los miembros históricos de la orquesta junto a Mario Abramovich.

El conjunto, uno de los más exitosos del mundo dentro del tango instrumental, está integrado por tres generaciones de solistas, una situación que los músicos asumen con total naturalidad "porque en la música no hay edad", sostuvo un entrañable Walzak, quien llegó a la entrevista con su cámara de fotos y un celular moderno que le había regalado su hija.

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"Es que no hay repuesto, el sexteto sigue sonando moderno y fácil de escuchar", acotó Juan Libertella, quien decidió ponerse al hombro el proyecto y hacerse responsable de la agrupación tras la muerte de su padre, el bandoneonista José "Pepe" Libertella, creador del conjunto junto a Luis Stazo en 1973.

"Cuando falleció mi padre, en 2004, parecía que se moría todo y yo no quería que los `vampiros` se robaran tantos años de trabajo, el sexteto para mí es como la música de fondo de mi vida", expresó Libertella acerca de la agrupación que nació con el formato orquestal que usó Julio De Caro en la década del 20, con dos bandoneones, dos violines, piano y contrabajo.

"No somos una banda tributo que hace el estilo de alguien. La música que está escrita es difícil de tocar. Recuerdo lo que tardaba mi viejo en hacer un arreglo, estaba con una mano en el piano y otra en el bandoneón, mientras con mis dos hermanos corríamos a su alrededor, se volvía loco pobre", evocó.

Fulvio Giraudo en piano, Enrique Guerra en contrabajo, Luciano Sciarretta en bandoneón y Horacio Romo en bandoneón y dirección -nacido casualmente en el año de la fundación del Sexteto- completan la formación que festeja este "cumpleaños" los viernes y sábados de septiembre a las 22 en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575), de San Telmo.

En estos recitales, el Sexteto hará un recorrido por las diferentes etapas que atravesó a lo largo de su historia y también, según adelantó el violinista, desempolvará perlas como "Preludio nochero", de Leopoldo Federico y Osvaldo Requena, tango que dio nombre al primer disco de la orquesta en 1973.

A lo largo de estos años de trabajo ininterrumpido, el Sexteto Mayor recorrió el mundo, se presentó en 750 ciudades y fue visto por más de 2.000.000 de personas.

Consultado sobre los motivos que los convirtió en una suerte de sobrevivientes del tango, Libertella revisó la historia y contó que cuando nació el conjunto no fue pensado como una cosa comercial: "Era un proyecto que no se sabía cuánto iba a durar, de hecho no vendía discos".

"Su debut fue en La Casa de Gardel -continuó-, el dueño del lugar les pidió armar el grupo y hasta les puso el nombre, que era el Sexteto Mayor del Tango, les compró los trajes que eran todos iguales y por lo menos tenían que trabajar hasta pagar la ropa que había comprado".

"Los primeros 10 años del grupo fueron solo de trabajo, había una idea muy fuerte que los movía porque no era muy rentable, el Sexteto se formó en tiempos en que se vivía un gran parate del tango en Argentina, se embarcó en proyectos que no eran seguros", indicó.

Así, con ese espíritu aventurero, en 1983 hicieron el espectáculo "Tango Argentino", que llegó a París con un contrato de tres semanas, se quedó seis meses y luego giró a lo largo de 10 años por ciudades de todo el mundo, abriendo las puertas para el género.

"En Nueva York estuvimos seis meses con `Tango Argentino`, que era como una introducción al tango, los americanos venían a vernos siete u ocho veces, no sabían qué era el tango pero decían que cerraban los ojos y sentían que era perfecto lo que hacíamos", acotó Walzak.

"La idea de hacer un musical era una locura, pero mi viejo veía que acá se terminaba todo, las orquestas estaban desapareciendo y él ya estaba viendo que el tango podía gustar en Europa", aportó Libertella, quien recordó a su padre como "un hombre que se murió trabajando y habiendo sido reconocido".